lunes, 29 de julio de 2013

"Dime con quién compartes Twitter y te diré quién eres" por Antonio J. Valenzuela. @dccu

No penséis que es pretencioso este post y su título: Para nada. Y es que llevo un montón de tiempo dándole vueltas a este asunto, y visto lo complicado que parece posicionarse en este incipiente mundo 2.0, de forma individual o respondiendo a cualquier intento corporativo o institucional de crear y asumir herramientas de comunicación interna o externa, creo que merece la pena algunas reflexiones y como para compartirlas hoy con vosotros esperando vuestras aportaciones.

Huelga decir que para que alguien tenga éxito en esto de las redes sociales, debe añadir a su virtual existencia un grado mínimo de humor, de condescendencia, de empatía y de implicación (de actitud, podemos concluir), sumado a una pequeña dosis de humanismo compartido y extraído de tu plano doméstico, donde edulcores tanto virtualismo con un poco de tu vida particular y real: compartiendo alguna foto de dónde desayunas, de cómo está la plaza de la catedral esa mañana, de tu último viaje junto a tus niños, de lo jodido que está el tráfico o lo bien que te quedan esas mechas de color que hacen que cambies hasta tu "perfil avatar".
Pero volvamos al plano científico de nuestro devenir 2.0, puesto que por esta vía parece ser que es mucho más aceptable cualquier posicionamiento e idea vendida, por muy poca experiencia que acumulemos, o por mucha que acumules alrededor de las mismas incertidumbres, no nos engañemos, no siendo esta la que termina siendo encajada en ese arquetipo y perfil “dospuntocerista" que se ha ido modelando y que engendra, a mi parecer y a la vez, esa enorme brecha de la que otras veces nos quejamos y descubrimos como verdadero handicap para que el resto de compañeros pasen a este lado "tan selecto" y que te tilde de médico/enfermera/profesional 2.0 e implicado en el Social Media o en la e-Health que, si aparte no manejas ni sabes inglés, apañado vas, y a costa de litros de café y/o tabaco consumidos paradójicamente desde la soledad de tu rincón compartido: Twiteo, luego existo.
Sería gratuito el intentar, prosaicamente, repasar los seguidores y seguidos por cualquier usuario de Twitter como para aplicar el refrán del título del post ya que, perfectamente, en esa idea de pluralidad, de inquietud y de necesidad de conocimiento, cualquiera podría jugar involuntariamente al despiste en cuanto a sus afinidades ideológicas, sexuales, de edad o gustos; incluso al despiste intelectual, ya que ejemplos de inoperancia y superficialidad Twittera tenemos unos cuantos y quizá (seguro), no sean ejemplos muy válidos de los que la red está llena (cuentas que se abandonan a los pocos días, que símplemente hacen retwits de otros, que no son manejadas por sus titulares y si por agentes de prensa en el más despectivo sentido de la palabra...) y presuponiendo potenciales grados de valía de ser manejadas y "operadas" bajo unos mínimos criterios que sumasen algún mayor valor añadido y de ser cuidadas de otra manera...
Resulta que todo esto, y esa cuantificación que requieren estas cuestiones cuando más de una vez nos hemos preguntado por la tangibilidad y reflejo en resultados de nuestra vida 2.0, está estudiado y medido desde hace un tiempo y con relación, al menos, a la variable demográfica en que nos constituimos todos como parte del invento y desde que nos posicionamos en la nube.
El estudio All liaisonsare dangerous when all your friends are known to us se basó en el tratamiento de un conjunto de datos formado por 4´98 millones de usuarios y 27´9 millones de twitts escritos en inglés en los primeros ocho meses de 2009. El algoritmo "MCC-Splat" trató seis atributos personales: sexo, posicionamiento en rango de edad, orientación política, preferencia religiosa, rasgos étnicos y orientación sexual.
De acuerdo con los resultados de la investigación, los atributos sobre la religión o el origen étnico se determinaron con precisión, mientras que los de edad y sexo resultaron más aleatorios, vistas, posiblemente, todas esas posibilidades de camuflaje avatárico e indecisiones genéricas y lo pueril de muchas de las entradas y trifulcas que provocamos o de las que somos espectadores perplejos.
El estudio es de Daniel Gallo Avello, investigador de la Universidad de Oviedo, que aplica el concepto de homofilia, en el sentido del grado de similitud entre individuos que se comunican, para asignar características a cada individuo presente en un grafo social, para lo cual desarrolló el referido algoritmo, que se basa en una clasificación de la información personal obtenida a partir de las relaciones sociales en Twitter y, así, poder calcular la probabilidad de que un miembro tenga unas determinadas características.

El algoritmo tiene únicamente en cuenta vínculos que una persona se ha creado hacia otros individuos.
Yo no dudo de la base científica del estudio, pero si quisiera introducir un rango de aleatoriedad que no sé si el trabajo reflejará o tendrá en cuenta y en el sentrido de que no puedo, por mucho que quiero sacarme la voz de mi mente, olvidar aquello que mi madre me decía y repetía una y otra vez intentando cargarse de la razón que cualquier picia mía le brindaba:
-"Antonio, es que tienes unas amistades que no te hacen bien y que son peligrosas...".
Siendo este, posiblemente, el ""factor sesgo" que toda esta cuantificación encierra y que preferimos olvidar porque, en el fondo el invento nos gusta y nos ha enganchado, prefiriendo obviar estas cuestiones ya que algo saldrá de todo esto: ¿Seguimos corriendo el riesgo, verdad?.

Antonio J. Valenzuela. @dccu

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